UNSCHOOLING

SOBERANÍA

En el siglo IV, San Juan Crisóstomo decía:

“… hasta las bestias están más apreciadas que los hijos, y más nos cuidamos de nuestros asnos y caballos que de nuestros hijos. El que tiene una mula se preocupa de buscar un buen arriero que no sea un tonto, ni ladrón, ni borracho, sino que conozca bien su oficio. En cambio cuando se trata de poner un maestro para el alma del niño, echamos mano del primero que se nos presenta. Y sin embargo, no hay arte superior a éste, porque, ¿qué hay comparable a formar un alma y a plasmar la inteligencia y el espíritu de la gente joven?”

“La experiencia nos dicta que el ser humano se encuentra bombardeado por una diversidad de valores culturales contrapuestos que, con frecuencia, se convierten en área de conflicto, contradicción y confusión no sólo por el sinnúmero de fuentes de las que provienen, sino por la cantidad de estímulos y experiencias que dificultan el proceso valoral. Una cultura en la que las autoridades institucionales declaran valores tales como la paz, la justicia, la solidaridad, la armonía, la equidad, la honestidad, la igualdad, el trabajo, la comprensión, la compasión y la seguridad, pero en su ejercicio se manifiestan actitudes individualistas de represión, injusticia, corrupción, lucha por el poder, desigualdad, inseguridad, desarmonía, competencia, deshonestidad, impunidad y autoritarismo que, entre otras, provocan no sólo tensión sino una profunda confusión en la mente de niños, jóvenes y adultos que no han alcanzado los niveles de conciencia y de madurez que les permitan enfrentar la realidad sin ser arrastrados por esa corriente deshumanizante. Una cultura en la que los medios de comunicación masiva y mercadotecnia impulsan al consumidor a creer que su valía personal se mide a través de sus posesiones y el poder que ejerce sobre los demás. Una cultura que promueve la discriminación y la exclusión de todo aquel que no se somete a sus dictados.Ante esta realidad que no podemos negar nos quedan dos alternativas:

Asumir que no podemos hacer nada para coadyuvar la transformación de las estructuras sociales por otras más justas y humanas y reaccionar a esta supuesta impotencia proyectando la responsabilidad del cambio hacia las autoridades e instituciones estatales, institucionales, religiosas y familiares a las que culpamos, criticamos y repudiamos.

Asumir la responsabilidad que como totalidades/partes de un sistema, organismo, cultura, nación y mundo nos corresponde. Todo ser humano en su condición, posición y quehacer particular tiene en sus manos la posibilidad de trans-formarse y así ser capaz de transformar su medio ambiente. Basta con recordar el impacto del aleteo de una mariposa en el mundo para cobrar consciencia de nuestra responsabilidad como microcosmos en el macrocosmos.

Tomando en consideración que los valores constituyen la base del proceso evolutivo de la consciencia que se desarrolla desde lo individual hasta lo trascendente, toda acción que llevamos a cabo en nuestro doble papel de educador-educando implica una opción fundamental en lo que se refiere a la construcción de un mundo mejor.

El reto que enfrenta tanto la educación formal como la no formal es enorme, trascender las sombras para llegar a la luz, como ya ha sido mencionado, requiere ir más allá de la concha biológica, liberarse de la jaula psicológica, superar las esclavitudes sociales y abrazar los valores espirituales de nuestra naturaleza. El más grande desafío consiste en trascender el miedo que nos lleva a aferrarnos a lo establecido y a vivir como muertos en vida.”

Ana María González Garza.